La Cruz y nuestra madurez como discípulos

por Ago 7, 2013Artículos, Henry Bruno, Recursos

El Señor Jesús y Su Cruz son el estándar mismo del verdadero discipulado.

«Y el que no toma su cruz y sigue en pos de Mí, no es digno de Mí. El que ha hallado su vida, la perderá; y el que ha perdido su vida por Mi causa, la hallará.»  (Mat. 10:38-39)

De esta manera el discipulado es y debe ser cruciforme. Cruciforme simplemente significa «con forma de cruz». En otras palabras, que refleja el carácter, la belleza y el poder de Cristo crucificado (1 Cor. 1:23; 2:2). Sin embargo, nuestra inclinación al pecado, la debilidad de nuestra carne caída y mortal, junto con la seducción y sabiduría de este mundo inspiradas por la Serpiente (Satanás), son una combinación letal que milita intensamente contra el llamado y la sabiduría de la Cruz en esta vida.

«Porque celoso estoy de ustedes con celo de Dios; pues los desposé a un esposo para presentarlos como virgen pura a Cristo. Pero temo que, así como la serpiente con su astucia engañó a Eva, las mentes de ustedes sean desviadas de la sencillez y pureza de la devoción a Cristo (por medio de la vida de la Cruz). Porque si alguien viene y predica a otro Jesús (un falso Jesús que no nos llama a la vida de la Cruz), a quien no hemos predicado, o reciben un espíritu diferente, que no han recibido, o aceptan un evangelio distinto, que no han aceptado, bien lo toleran.»  (2 Cor. 11:2-4; paréntesis mío.)

¡La Cruz de Cristo verdaderamente tiene poder! Poder para perdonar nuestros pecados (acciones), y poder para matar el pecado en nosotros (inclinación). Por eso la verdadera madurez cristiana no está determinada por cuanto oramos, ayunamos, predicamos o cuantos demonios expulsamos, sino por cuanto más grande y gloriosa se haga la Cruz de Cristo en nuestra vida. Nuestra gloria y jactancia sólo están ahí:

«Pero jamás acontezca que yo me gloríe, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo ha sido crucificado para mí y yo para el mundo.»  (Gál. 6:14)

Delante de Dios no hay otro estándar de justicia, santidad y rectitud. Aparte del madero ensangrentado del Calvario no hay nada ni nadie que nos pueda hacer aceptos ante nuestro Padre santo y justo (Jn. 17:11, 25), especialmente a la luz del gran Día que se acerca cuando todos compareceremos delante de El (Rom. 2:1-16; 5:16-19).

Esto significa que la evidencia principal de que estamos madurando como creyentes es una creciente convicción en nuestro corazón acerca de la grandeza de Jesús y de Su Cruz. Esto a su vez está determinado por una creciente convicción de la santidad y rectitud del Señor, junto con una creciente convicción de nuestra carnalidad y pecaminosidad. Es decir, cuanto más gloriosa y claramente veamos a nuestro Dios—por medio de Su Espíritu y Su Palabra—en toda la hermosura de Su santidad a la luz del Día del Señor, más profunda y claramente veremos la gravedad de nuestra condición mortal y la depravación de nuestro corazón pecaminoso. Más evidente será el extremo contraste entre quien es el Señor y quienes somos nosotros realmente, causando que creamos, atesoremos e imitemos más y más a la persona y obra de Jesús en la Cruz.

¡Qué el Espíritu del Señor nos guíe continuamente por ese camino angosto, y que Su gracia nos impulse y sostenga para perseverar hasta el fin, por amor a Su gran nombre!

Henry Bruno

Henry Bruno

Coordinador y maestro

Henry es un discípulo de Jesús, esposo de Aneliz y padre de cuatro hermosas hijas. Su pasión es hacer discípulos que estén firmes en el evangelio, dando testimonio de la verdad y preparados para recibir a Jesús de los cielos al perseverar en fe, esperanza y amor hasta el fin del siglo. Actualmente se encuentra en el Medio Oriente donde sirve al Señor junto a su familia. Pueden contactarlo a [email protected].