La oración, el Mesías y su Día
UNA ORACIÓN: DÁNOS SABIDURÍA Y REVELACIÓN EN EL CONOCIMIENTO DE TÍ
Efesios 1.16–21 (NBLH) 16 No ceso de dar gracias por ustedes, mencionándolos en mis oraciones, 17 pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, les dé espíritu de sabiduría y de revelación en un mejor conocimiento de El. 18 Mi oración es que los ojos de su corazón les sean iluminados, para que sepan cuál es la esperanza de Su llamamiento, cuáles son las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos, 19 y cuál es la extraordinaria grandeza de Su poder para con nosotros los que creemos, conforme a la eficacia de la fuerza de Su poder. 20 Ese poder obró en Cristo cuando Lo resucitó de entre los muertos y Lo sentó a Su diestra en los lugares celestiales, 21 muy por encima de todo principado, autoridad, poder, dominio y de todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo sino también en el venidero.
INVOCANDO EL NOMBRE: LA LUCHA DE LA HUMANIDAD Y EL COMIENZO DE LA ORACIÓN
Al comienzo del drama de la redención encontramos la primera instancia del hombre «invocando el Nombre del Señor» (Génesis 4:26). Se trató de un clamor relacionado a la Simiente prometida en Génesis 3:15. Después de ser sometidos por Dios a la disciplina y la humillación de una maldición sobre la tierra y ser destinados a morir, los hijos de los hombres apelaron a Él con la esperanza de recibir alivio y liberación.
La historia se desarrolló de manera muy peculiar cuando Dios eligió a un hombre por medio de quien vendría esa Simiente. Abraham se convertiría en un pueblo que habitaría en un lugar especial desde donde serían los administradores de los pactos y las promesas que serían el medio de bendición e inmortalidad para las otras naciones (ver Génesis 12:1-3; 17:1-7; 28:10-14; Sal.133).
EL DIOS QUE ESTÁ CERCA: LA ELECCIÓN DE ISRAEL COMO EL APEGO DE DIOS AL MUNDO
Al elegir al pueblo de Israel, el Creador de los cielos y la tierra mostró su amor y cuidado por la creación de la manera más radical y profunda. En palabras de dos teólogos:
Al elegir ser el Dios de Israel, Dios ha ligado el nombre de Dios al mundo de tal manera que no puede disolverse fácilmente. […] Israel «es el ancla carnal (o humana) que Dios ha hundido en el suelo de la creación». (The God of Israel and Christian Theology por R. Kendall Soulen, p. 7, donde también cita a Wyschogrod, Body of Faith, p. 256.) (Paréntesis mío.).
¡El alcance de esa «ancla» penetró aún más profundamente cuando Dios se convirtió en uno de ellos en la persona de Jesús el Mesías! Cuando se unió a ellos como su Dios y los estableció como su pueblo, en el corazón mismo de esa relación habría una peculiar cercanía en la oración que en sí misma sería un testimonio para las naciones.
Deut. 4.6–7 (NBLH) 6 “Así que guárdenlos y pónganlos por obra, porque ésta será su sabiduría y su inteligencia ante los ojos de los pueblos que al escuchar todos estos estatutos, dirán: ‘Ciertamente esta gran nación es un pueblo sabio e inteligente.’ 7 “Porque, ¿qué nación grande hay que tenga un dios tan cerca de ella como está el Señor nuestro Dios siempre que Lo invocamos?.
Esa cercanía de pacto sería central para el testimonio y la administración que les serían confiados para el bien del mundo y el honor de Su Nombre.
LA ADMINISTRACIÓN JUDÍA DE LA ORACIÓN Y LA ADORACIÓN A DIOS
Romanos 3.1–2 (NBLH) 1 ¿Cuál es, entonces, la ventaja del Judío? ¿O cuál el beneficio de la circuncisión? 2 Grande, en todo sentido. En primer lugar, porque a ellos les han sido confiados los oráculos de Dios.
Romanos 9.4–5 (NBLH) 4 Porque son Israelitas, a quienes pertenece la adopción como hijos, y la gloria, los pactos, la promulgación de la ley, el culto y las promesas, 5 de quienes son los patriarcas, y de quienes, según la carne, procede el Mesías, el cual está sobre todas las cosas, Dios bendito por los siglos. Amén.
La oración bíblica sigue una trayectoria delineada por esos pactos y promesas. La esperanza y las expectativas contenidas en esas promesas estaban destinadas a inspirar una vida de devoción exclusiva al único Dios expresada a través de oraciones y alabanzas junto con la práctica de la justicia hacia los demás. Generación tras generación, a lo largo de momentos de deleite, así como de demora y disciplina, cultivar esa vida requirió de constancia fiel mientras el pueblo esperaba pacientemente el cumplimiento de esas promesas. De esta manera, la práctica de la oración se convirtió en la práctica de la espera.
Salmo 130.5–8 (NBLH) 5 Espero en el Señor; en El espera mi alma, Y en Su palabra tengo mi esperanza. 6 Mi alma espera al Señor Más que los centinelas a la mañana; Sí, más que los centinelas a la mañana. 7 Oh Israel, espera en el Señor, Porque en el Señor hay misericordia, Y en El hay abundante redención; 8 El redimirá a Israel De todas sus iniquidades.
Con el tiempo, esa expectativa adquirió connotaciones mesiánicas por las cuales la gente de hecho esperaba a un Rey y Salvador ungido por Dios que gobernara y realizara la redención. Más tarde, esa figura mesiánica fue identificada con la dinastía de David.
1 Samuel 2.1–10 (NBLH) 1 Entonces Ana oró y dijo: “Mi corazón se regocija en el Señor, Mi fortaleza en el Señor se exalta… 2 No hay santo como el Señor; En verdad, no hay otro fuera de Ti, Ni hay roca como nuestro Dios. […] 6 El Señor da muerte y da vida; Hace bajar al Seol y hace subir. […] 8 Levanta del polvo al pobre (noción temprana de la resurrección de los muertos) […] 10 Los que se oponen al Señor serán quebrantados, El tronará desde los cielos contra ellos. El Señor juzgará los confines de la tierra, Dará fortaleza a Su rey, Y ensalzará el poder de Su ungido (Mesías).” (Paréntesis mío.)
Isaías 9.7 (NBLH) 7 El aumento de Su soberanía y de la paz no tendrán fin Sobre el trono de David y sobre su reino, Para afianzarlo y sostenerlo con el derecho y la justicia Desde entonces y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará esto.
Para la época del segundo templo, justo antes del nacimiento de Jesús, esa expectativa mesiánica-davídica alcanzó un punto culminante en el corazón del remanente justo de Israel y esto resonó a través de sus labios cuando venían a la casa de Dios para ofrecer sus oraciones.
Lucas 1.68–73 (NBLH) 68 “Bendito sea el Señor, Dios de Israel, Porque nos ha visitado y ha traído redención para Su pueblo, 69 Y nos ha levantado un cuerno de salvación En la casa de David Su siervo, 70 Tal como lo anunció por boca de Sus santos profetas desde los tiempos antiguos, 71 Salvación de nuestros enemigos Y de la mano de todos los que nos aborrecen; 72 Para mostrar misericordia a nuestros padres, Y para recordar Su santo pacto, 73 El juramento que hizo a nuestro padre Abraham…
Lucas 2.25–32 (NBLH) 25 Había en Jerusalén un hombre que se llamaba Simeón. Este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel, y el Espíritu Santo estaba sobre él. 26 Y por el Espíritu Santo se le había revelado que no vería la muerte sin antes ver al Mesías del Señor. 27 Movido por el Espíritu fue al templo. Y cuando los padres del niño Jesús Lo trajeron para cumplir por El el rito de la Ley, 28 Simeón tomó al Niño en sus brazos, y bendijo a Dios diciendo: 29 “Ahora, Señor, permite que Tu siervo se vaya En paz, conforme a Tu palabra; 30 Porque mis ojos han visto Tu salvación 31 La cual has preparado en presencia de todos los pueblos; 32 Luz de revelación a los gentiles, Y gloria de Tu pueblo Israel.”
36 Y había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. […] Nunca se alejaba del templo, sirviendo noche y día con ayunos y oraciones. 38 Llegando ella en ese preciso momento, daba gracias a Dios y hablaba del Niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
Entonces, la oración bíblica es impulsada por los pactos de Dios y se enfoca en esa redención escatológica. Está totalmente orientada en torno a «la esperanza de Israel» (Hechos 28:20), y esa esperanza es el evangelio mismo.
JESÚS EL MESÍAS: LA ORACIÓN Y EL EVANGELIO
La tan atesorada esperanza de la resurrección de los muertos para vida eterna en un reino eterno que se extenderá desde Jerusalén hasta los confines de la tierra fue ratificada en la persona de Jesús, el tan esperado Mesías. Como dije, esa esperanza constituye la buena noticia a la que aludieron los profetas (Isa. 40: 9-10) y que Jesús mismo proclamó (Mar. 1:14).
Sin embargo, el tan esperado Heraldo de Buenas Nuevas (Isa. 61) no solo proclamó ese evangelio, sino que lo encarnó. En su nacimiento, vida, ministerio, muerte y resurrección, mostró el plan secreto de Dios al remanente de creyentes. Finalmente fue revelada la base sobre la cual el Dios de Israel lograría su redención por medio del sacrificio propiciatorio de un Rey Crucificado.
Después de sufrir y morir, el Mesías resucitó de entre los muertos como primicias que garantizaron el cumplimiento de todas las promesas a pesar de la posibilidad de mayor espera. ¡Jesús vino a confirmar las promesas a los padres y en eso, incluso nosotros los gentiles, debemos regocijarnos en alabanza mientras esperamos en oración!
Romanos 15.8–13 (NBLH) 8 Pues les digo que Cristo se hizo servidor de la circuncisión para demostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas dadas a los padres, 9 y para que los Gentiles glorifiquen a Dios por Su misericordia, como está escrito: “Por tanto, Te confesare entre los Gentiles, y a Tu nombre cantare.” 10 Y vuelve a decir: “Regocíjense, Gentiles, con Su pueblo.” 11 Y de nuevo: “Alaben al Señor todos los Gentiles, y todos los pueblos Lo alaben.” 12 Y a su vez, Isaías dice: “Retoñara la raíz de Isaí, el que se levanta a regir a los Gentiles; Los gentiles pondrán en El su esperanza.” 13 Y el Dios de la esperanza los llene de todo gozo y paz en el creer, para que abunden en esperanza por el poder del Espíritu Santo.
Esto fue lo que impulsó la misión apostólica de hacer discípulos entre las naciones a la luz del fin de este presente siglo malo (ver Mat. 28:18-20 y Gál. 1:4). Apóstoles judíos llamarían a los gentiles a abandonar a sus propios dioses para volverse al Dios de Israel y a Su Hijo en vista del juicio inminente que vendría al mundo en el Día del Señor.
Hechos 14.15 (NBLH) 15 “Señores, ¿por qué hacen estas cosas? Nosotros también somos hombres de igual naturaleza que ustedes, y les anunciamos el evangelio para que se vuelvan de estas cosas vanas a un Dios vivo, que hizo el cielo, la tierra, el mar, y todo lo que hay en ellos.
Hechos 17.30–31 (NBLH) 30 “Por tanto, habiendo pasado por alto los tiempos de ignorancia, Dios declara ahora a todos los hombres, en todas partes, que se arrepientan. 31 “Porque El ha establecido un día en el cual juzgará al mundo en justicia, por medio de un Hombre a quien El ha designado, habiendo presentado pruebas a todos los hombres cuando Lo resucitó de entre los muertos.”
1 Tes. 1.9–10 (NBLH) 9 Pues ellos mismos cuentan acerca de nosotros, de la acogida que tuvimos por parte de ustedes, y de cómo se volvieron de los ídolos a Dios para servir al Dios vivo y verdadero, 10 y esperar de los cielos a Su Hijo, al cual resucitó de entre los muertos, es decir, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera.
Esto a su vez definía la carga apostólica de la oración. También nos ofrece un marco para cultivar un espíritu de oración que no se basa simplemente en espiritualidad genérica o en peticiones arbitrarias vacías de la sustancia del evangelio. Es una práctica de la oración cuyas raíces están en los pactos y promesas de Dios confiados a Israel.
1 Tesalonicenses 3.11–13 (NBLH) 11 Ahora, pues, que el mismo Dios y Padre nuestro, y Jesús nuestro Señor, dirijan nuestro camino a ustedes. 12 Que el Señor los haga crecer y abundar en amor unos para con otros, y para con todos, como también nosotros lo hacemos para con ustedes; 13 a fin de que El afirme sus corazones irreprensibles en santidad delante de nuestro Dios y Padre, en la venida de nuestro Señor Jesús con todos Sus santos.
El amor abundando, sabiduría y entendimiento siendo impartidos, fortaleza y poder siendo otorgados por el Espíritu, así como el valor para hablar la Palabra, todas estas cosas se derivan de esa administración judía de la oración y la devoción a Dios. Estando en conformidad con su propia tradición profética (Mat. 5:11), el mismo llamó a la gente a la fidelidad a Dios, a relacionarse a los demás en amor como el camino de la sabiduría, y a dar testimonio fiel de la confiabilidad de su Palabra aún hasta la muerte.
Filipenses 1.9–11 (NBLH) 9 Y esto pido en oración: que el amor de ustedes abunde aún más y más en conocimiento verdadero y en todo discernimiento, 10 a fin de que escojan lo mejor, para que sean puros e irreprensibles para el día de Cristo; 11 llenos del fruto de justicia que es por medio de Jesucristo, para la gloria y alabanza de Dios.
Colosenses 1.9–12 (NBLH) 9 Por esta razón, también nosotros, desde el día que lo supimos, no hemos cesado de orar por ustedes, pidiendo que sean llenos del conocimiento de Su voluntad en toda sabiduría y comprensión espiritual, 10 para que anden como es digno del Señor, haciendo en todo, lo que Le agrada, dando fruto en toda buena obra y creciendo en el conocimiento de Dios. 11 Rogamos que ustedes sean fortalecidos con todo poder según la potencia de Su gloria, para obtener toda perseverancia y paciencia, con gozo 12 dando gracias al Padre que nos ha capacitado para compartir la herencia de los santos en la Luz.
Efesios 6.18–20 (NBLH) 18 Con toda oración y súplica oren en todo tiempo en el Espíritu, y así, velen con toda perseverancia y súplica por todos los santos. 19 Oren también por mí, para que me sea dada palabra al abrir mi boca, a fin de dar a conocer sin temor el misterio del evangelio, 20 por el cual soy embajador en cadenas; que al proclamarlo hable sin temor, como debo hablar.
Que Dios nos ayude a retornar a esta vida y testimonio porque la hora es urgente, ¡la venida de Jesús está cerca!

Henry Bruno
Coordinador y maestro