No se conformen al «Stoikeíon»
La conformidad es un fenómeno extraño. Podría decirse que es la fuerza sociológica más fuerte, pero transcurre encubiertamente, sin que lo pensemos. Puede ser usada para bien o para mal, pero dada la condición del hombre, usualmente es para mal. En la Biblia se nos llama a ser «conformados» a la imagen y carácter de Jesús (Rom. 8:29), porque él nos ha dado «un ejemplo» (1Pe. 2:21), para que caminemos en sus pisadas (¡esto requiere al Espíritu Santo!). Por otro lado, somos llamados a no «conformarnos a este mundo» (Rom. 12:2) ni «conformarnos a los deseos que antes tenían en su ignorancia» (1 Pe. 1:14). ¿Pero cuáles son los deseos de este mundo? Pablo los llama el «stoikeíon», es decir “las cosas elementales del mundo” (Gal. 4:3, 9; Col. 2:8, 20). Los principios fundamentales de este mundo (vs. los del mundo porvenir) son la auto-preservación, auto-promoción, auto-exaltación, etc.
El «stoikeíon» de este mundo crea un poderoso sistema de valores que presiona a la iglesia a la mala conformidad. Viviendo para esta vida, poniendo nuestra esperanza en cosas temporales, siguiendo a hombres caídos—estos son resultados de las raíces del stoijeíon en el cristianismo moderno, tanto individual como colectivamente. Por eso, Pablo vería a la iglesia hoy en día siendo administrada como un negocio corporativo occidental, y la inmoralidad y perversión rampante entre creyentes individuales, y simplemente los llamaría a ambos mundanos, sin ser distintos a los incrédulos a su alrededor porque ambos son impulsados por el «stoikeíon» (las cosas elementales del mundo) de este siglo.
En su día, Pablo agrupó la auto-justificación del grupo judío de la circuncisión (Gal. 2:12; Ef. 2:11; Tit. 1:10) y la auto-exaltación de los predicadores filosóficos griegos (1 Cor. 2:1; 1 Tim. 6:20; 2 Tim. 2:16) en la misma categoría: seguidores del «stoikeíon», es decir conformidad a “la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire… en las pasiones de nuestra carne, satisfaciendo los deseos de la carne y de la mente” (Ef. 2:2-3).
Aunque el cristianismo moderno usualmente cubre los deseos impíos de este siglo con una apariencia cristiana, no seamos disuadidos; sino más bien, “pongan su esperanza completamente en la gracia que se les traerá en la revelación de Cristo Jesús. Como hijos obedientes, no se conformen a los deseos que antes tenían en su ignorancia” (1 Pe. 1:13-14). “Consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca.” (Heb. 10:24-25)

John Harrigan
Autor
John es un plantador de iglesias y misiólogo que vive en Columbia, SC con su esposa Lydia y sus cuatro hijos. El viaja y enseña acerca de la Cruz, la gran comisión y el regreso de Jesús. Su sitio web es gospelofchristcrucified.com.