Orando por Israel y los países vecinos

por Jul 6, 2014Artículos, Henry Bruno, Recursos

Sin lugar a dudas el Medio Oriente ha sido y es el escenario de los conflictos más intensos en toda la historia de la humanidad. Desde las guerras y catástrofes de la antigüedad hasta las amargas contiendas en la actualidad, esta región de la tierra continúa siendo marcada con profundas heridas que sólo el Príncipe de Paz podrá sanar (Isa. 9:1-7). ¿Pero por qué tanto conflicto? ¿Por qué no se logra finalmente la “paz” a pesar de tantos esfuerzos internacionales? La respuesta pudiera ser muy simple: ¡Pecado! O como dijera Santiago el hermano del Señor: “¿De dónde vienen las guerras y los conflictos entre ustedes? ¿No vienen de las pasiones que combaten en sus miembros? Ustedes codician y no tienen, por eso cometen homicidio. Son envidiosos y no pueden obtener, por eso combaten y hacen guerra.” (San. 4:1–2)

Sin embargo, para ser más específicos, la raíz del conflicto y el continuo derramamiento de sangre en el Medio Oriente tiene que ver principalmente con la elección del pueblo Judío, Israel, el pecado de ese pueblo, la rebelión de las naciones contra el Señor y Su elección, y la disciplina y castigo de Israel y las naciones de parte de Dios. Por lo tanto, a fin de cultivar una carga de oración e intercesión por el Medio Oriente es crucial cultivar una perspectiva profética basada en el testimonio de las Escrituras. La Biblia nos muestra claramente la agenda que Dios tiene con Israel y sus países vecinos. Sin lugar a dudas esa agenda está basada en la elección de la nación judía y los pactos del Señor con esa nación.

LA ELECCIÓN DE ISRAEL Y LOS PACTOS DE LA PROMESA

“Porque tú eres pueblo santo para el Señor tu Dios; el Señor tu Dios te ha escogido para ser pueblo Suyo de entre todos los pueblos que están sobre la superficie de la tierra. “El Señor no puso Su amor en ustedes ni los escogió por ser ustedes más numerosos que otro pueblo, pues eran el más pequeño de todos los pueblos; mas porque el Señor los amó y guardó el juramento [pacto] que hizo a sus padres, el Señor los sacó con mano fuerte y los redimió de casa de servidumbre, de la mano de Faraón, rey de Egipto.” (Deut. 7:6–8)

“Porque eres pueblo santo para el Señor tu Dios; y el Señor te ha escogido para que le seas un pueblo de Su exclusiva posesión de entre los pueblos que están sobre la superficie de la tierra.” (Deut. 14:2)

“Oh simiente de Abraham, Su siervo, Hijos de Jacob, Sus escogidos. El es el Señor nuestro Dios; Sus juicios están en toda la tierra. Para siempre se ha acordado de Su pacto, De la palabra que ordenó a mil generaciones, Del pacto que hizo con Abraham, Y de Su juramento a Isaac.” (Sal. 105:6–9)

“Acuérdate de mí [el Mesías], oh Señor, en Tu bondad hacia Tu pueblo; Visítame con Tu salvación, Para que yo vea la prosperidad de Tus escogidos, Para que me regocije en la alegría de Tu nación, Para que me gloríe con Tu heredad.” (Sal. 106:4–5)

“Digo la verdad en Cristo, no miento, dándome testimonio mi conciencia en el Espíritu Santo, de que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. Porque desearía yo mismo ser anatema, separado de Cristo por amor a mis hermanos, mis parientes según la carne. Porque son Israelitas, a quienes pertenece la adopción como hijos [la resurrección, ver Rom. 8:23], y la gloria [la gloria del Reino en el siglo venidero, Sal. 145:10–13], los pactos [pactos establecidos con ellos incluyendo el nuevo pacto, ver Jer. 31:31-34], la promulgación de la ley [la instrucción y discipulado de las naciones, ver Isa. 2:1-4], el culto y las promesas [el servicio y adoración sacerdotal a fin de administrar los beneficios prometidos por los pactos, ver Exo. 19:4-6; Isa. 61:1-9], de quienes son los patriarcas, y de quienes, según la carne, procede el Cristo, el cual está sobre todas las cosas, Dios bendito por los siglos. Amén.” (Rom. 9:1–5)

“Por tanto, recuerden que en otro tiempo, ustedes los Gentiles en la carne, que son llamados “Incircuncisión” por la tal llamada “Circuncisión,” hecha en la carne por manos humanas, recuerden que en ese tiempo ustedes estaban separados de Cristo, excluidos de la ciudadanía de Israel, extraños a los pactos de la promesa, sin tener esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, ustedes, que en otro tiempo estaban lejos, han sido acercados por la sangre de Cristo.” (Efe. 2:11–13)

Todos estos pasajes afirman claramente la elección de Israel. Aparte de reconocer esta elección y el trato del Señor para con ellos a base de Sus pactos, nuestra perspectiva del Medio Oriente así como nuestras oraciones por esa región en particular estarán altamente desinformadas. La creciente crisis actual no está ocurriendo casualmente sino como parte central de un plan divino que aunque incluye la más severá tribulación para el pueblo escogido y el castigo de las naciones, concluíra con la gloria de una nueva creación bajo el dominio del Mesías judío desde Su trono en la ciudad de Jerusalén.

ANGUSTIA Y TRIBULACIÓN PARA JACOB Y LAS NACIONES

“Estas son las palabras que el Señor habló acerca de Israel y de Judá: “Porque así dice el Señor: ‘He oído voces de terror, De pánico, y no de paz. Pregunten ahora, y vean Si el varón da a luz. ¿Por qué veo a todos los hombres Con las manos sobre sus caderas, como mujer de parto [ver Mat. 24:8]? ¿Y por qué se han puesto pálidos todos los rostros? ¡Ay! Porque grande es aquel día [el Día del Señor en Su venida], No hay otro semejante a él. Es tiempo de angustia para Jacob, Mas de ella será librado. ‘En aquel día,’ declara el Señor de los ejércitos, ‘quebraré el yugo de su cuello y romperé sus coyundas, y extranjeros no lo esclavizarán más, sino que servirán al Señor su Dios, y a David su rey, a quien Yo levantaré para ellos [en la era venidera cuando el Reino de Israel sea restaurado, ver Hch. 1:6]. ‘Así que tú no temas, Jacob, siervo Mío,’ declara el Señor, ‘ni te atemorices, Israel; Porque te salvaré de lugar remoto, Y a tu descendencia de la tierra de su cautiverio. Y volverá Jacob, y estará tranquilo Y seguro, y nadie lo atemorizará.” (Jer. 30:4–10)

“Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y sobre la tierra, angustia entre las naciones, perplejas a causa del rugido del mar y de las olas,desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las potencias de los cielos serán sacudidas.“Entonces verán al Hijo del Hombre que viene en una nube con poder y gran gloria [por lo tanto, el periodo descrito aquí será justo antes de la venida del Señor].“Cuando estas cosas empiecen a suceder, levántense y alcen la cabeza, porque se acerca su redención [la redención de Jerusalén, ver Luc. 2:38].”” (Luc. 21:25–28)

Mientras la impiedad de Israel alcanza su punto climático hasta llegar al “tiempo de angustia para Jacob”, así también ocurre con las naciones a quienes el Padre utilizará como su vara de disciplina, que luego serán castigadas por jactarse arrogantemente e ir más allá de lo debido. El testimonio de los profetas nos enseña lo siguiente:

“¡Ay de Asiria, vara de Mi ira Y báculo en cuyas manos está Mi indignación! Contra una nación impía [Israel] la envío Y contra el pueblo de Mi furor la mandaré, Para que capture botín y tome despojos Y los pisotee como el lodo de las calles. Pero ella [Asiria] no tiene tal intento, Ni piensa así en su corazón, Sino que su intención es destruir Y exterminar no pocas naciones. Porque dice: “¿No son mis príncipes todos reyes? ¿No es Calno como Carquemis? ¿No es Hamat como Arfad? ¿No es Samaria como Damasco? Como mi mano alcanzó los reinos de los ídolos, Cuyas imágenes talladas excedían a las de Jerusalén y Samaria, Como hice a Samaria y a sus ídolos, ¿No haré así también a Jerusalén y a sus imágenes?” Y sucederá que cuando el Señor haya terminado toda Su obra en el Monte Sion y en Jerusalén [Su obra de juicio y disciplina como el Padre que ama verdaderamente, ver Heb. 12:5-8], dirá: “Castigaré el fruto del corazón orgulloso del rey de Asiria y la ostentación de su arrogancia.” Porque ha dicho: “Con el poder de mi mano lo hice, Y con mi sabiduría, pues tengo entendimiento. Quité las fronteras de los pueblos, Saqueé sus tesoros, Y como hombre fuerte abatí a sus habitantes. Mi mano alcanzó las riquezas de los pueblos como a un nido; Como se recogen los huevos abandonados, yo junté toda la tierra, Y no hubo quien aleteara ni abriera el pico ni gorgojeara.” ¿Ha de enaltecerse el hacha sobre el que corta con ella? ¿Ha de engrandecerse la sierra sobre el que la maneja? ¡Como si un báculo manejara a los que lo levantan, Como si una vara levantara al que no es madera!” (Isa. 10:5–15)

“Yo soy el hombre que ha visto la aflicción a causa de la vara de Su furor.” (Lam. 3:1)

Este tiempo de tribulación es parte esencial del sabio y soberano plan del Señor a fin de traer a Israel al arrepentimiento y a la fe en su Mesías Jesús. Al final “todo Israel será salvo” (Rom. 11:26) y “¿qué será su admisión, sino vida de entre los muertos? (Rom. 11:15) En otras palabras, después de estos “dolores de parto” (ver Isa. 26:16-21; 66:7-13; Jer. 13:21-27; 22:23; 49:24; Mar. 13:8) Zion dará a luz a sus hijos y las naciones serán benditas para siempre en la Simiente de Abraham (ver Gen. 12:1-3; 17:1-8; 26:2-5).

EL TESTIMONIO DEL EVANGELIO Y LA PERSEVERANCIA DE LOS SANTOS

Todo este drama está orientado en torno al testimonio fiel del evangelio que anuncia la lealtad de Dios al pacto al salvar a Israel y bendecir a las naciones después de una gran tribulación (ver Hch. 13:16-41; 14:21-22). En medio de todo lo que acontece actualmente, especialmente el posible surgimiento de un califato islámico en Irak y el Medio Oriente junto con el creciente anti-semitismo en el resto de las naciones, la prioridad en la agenda del Señor es que Su Palabra “se extienda rápidamente y sea glorificada” (2 Tes. 3:1). Esta es la única respuesta adecuada ante la crisis. Por lo tanto, nuestro enfoque principal de oración es por ese testimonio fiel del evangelio entre judíos y gentiles tanto en la tierra de Israel así como en los países vecinos musulmanes. Esa fue la comisión apóstolica que el Señor Jesús le dio a Sus discípulos. En el contexto apocalíptico de los últimos días descrito por Jesús en Su discurso del monte de los olivos (ver Mat. 24, Mar. 13 y Luc. 21), Su mandato central es que “este evangelio del reino se [predique] en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin” (Mat. 24:14).

El cumplimiento de este mandato requiere “la perseverancia de los santos”. Sólo así será llevado a cabo ese testimonio fiel en palabra y en hecho, de manera tal que muchos judíos y gentiles se arrepientan y crean a fin de que sean salvos de la ira que vendrá (Rom. 2:1-16).

“Yo, Juan, hermano de ustedes y compañero en la tribulación, en el reino y en la perseverancia en Jesús, me encontraba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús.” (Apo. 1:9)

“Porque has guardado la palabra de Mi perseverancia, Yo también te guardaré de la hora de la prueba, esa hora que está por venir sobre todo el mundo para poner a prueba a los que habitan sobre la tierra.” (Apo. 3:10)

“Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: “Ahora ha venido la salvación, el poder y el reino de nuestro Dios y la autoridad de Su Cristo, porque el acusador de nuestros hermanos, el que los acusa delante de nuestro Dios día y noche, ha sido arrojado. “Ellos lo vencieron por medio de la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio de ellos, y no amaron sus vidas, llegando hasta sufrir la muerte.” (Apo. 12:10–11)

“A la bestia [el Anticristo que se levantará en el Medio Oriente] se le dio una boca que hablaba palabras arrogantes y blasfemias, y se le dio autoridad para actuar durante cuarenta y dos meses. Y abrió su boca con blasfemias contra Dios, para blasfemar Su nombre y Su tabernáculo, es decir, contra los que moran en el cielo. Se le concedió hacer guerra contra los santos y vencerlos. Y se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación. Adorarán a la bestia todos los que moran en la tierra, cuyos nombres no han sido escritos desde la fundación del mundo en el Libro de la Vida del Cordero que fue inmolado. Si alguno tiene oído, que oiga. Si alguien es destinado a la cautividad, a la cautividad va; si alguien ha de morir a espada, a espada ha de morir. Aquí está la perseverancia y la fe de los santos.” (Apo. 13:5–10)

Aunque hay muchísimo más que decir acerca de todo esto, esta visión bíblica debería ser el norte de nuestras oraciones por el Medio Oriente. A la luz de esta visión a continuación les presento una lista de oración que espero les ayude a acercarse “con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna” (Hebreos 4:16).

UNA LISTA DE ORACIÓN POR EL MEDIO ORIENTE

1. Oraciones por la nación de Israel 

Mira desde el cielo, y ve desde Tu santa y gloriosa morada; ¿Dónde está Tu celo y Tu poder [para salvar a Israel]? La conmoción de Tus entrañas y Tu compasión para conmigo se han restringido. Porque Tú eres nuestro Padre, aunque Abraham no nos conoce, Ni nos reconoce Israel [aunque no caminan actualmente conforme a la rectitud del pacto con Abraham]. Tú, oh Señor, eres nuestro Padre, Desde la antigüedad Tu nombre es Nuestro Redentor. ¿Por qué, oh Señor, nos haces desviar de Tus caminos Y endureces nuestro corazón a Tu temor [ver Isa. 6:8-13, 46:12-13; Eze. 3:7; Zac. 7:11-14; Mat. 13:10-17; Hch. 19:8-10; Rom. 11:25; 2Cor. 3:14-16]? Vuélvete por amor de Tus siervos, las tribus de Tu heredad. Tu pueblo santo poseyó Tu santuario por breve tiempo; Pero nuestros adversarios lo han pisoteado. Hemos venido a ser como aquéllos sobre los que nunca gobernaste, Como aquéllos que nunca fueron llamados por Tu nombre. ¡Oh, si rasgaras los cielos y descendieras! Si los montes se estremecieran ante Tu presencia(como el fuego enciende el matorral, como el fuego hace hervir el agua), para dar a conocer Tu nombre a Tus adversarios, Para que ante Tu presencia tiemblen las naciones [todo esto en el Día del Señor]! Cuando hiciste cosas terribles que no esperábamos, Y descendiste, los montes se estremecieron ante Tu presencia. Desde la antigüedad no habían escuchado ni puesto atención, Ni el ojo había visto a un Dios fuera de Ti Que obrara a favor del que esperaba en El. Sales al encuentro del que se regocija en practicar la justicia, De los que se acuerdan de Ti en Tus caminos. Pero Te enojaste porque pecamos; Continuamos en los pecados por mucho tiempo, ¿Y seremos salvos? Todos nosotros somos como el inmundo, Y como trapo de inmundicia todas nuestras obras justas. Todos nos marchitamos como una hoja, Y nuestras iniquidades, como el viento, nos arrastran. Y no hay quien invoque Tu nombre, Quien se despierte para agarrarse de Ti. Porque has escondido Tu rostro de nosotros Y nos has entregado al poder de nuestras iniquidades. Pero ahora, oh Señor, Tú eres nuestro Padre, Nosotros el barro, y Tú nuestro alfarero; Obra de Tus manos somos todos nosotros. No Te enojes en exceso, oh Señor, Ni para siempre Te acuerdes de la iniquidad. Mira, Te rogamos, todos nosotros somos Tu pueblo. Tus ciudades santas se han vuelto un desierto; Sion se ha convertido en un desierto, Jerusalén en una desolación. Nuestra casa santa y hermosa Donde Te alababan nuestros padres, Ha sido quemada por el fuego Y todas nuestras cosas preciosas se han convertido en ruinas. ¿Te detendrás ante estas cosas, oh Señor? ¿Guardarás silencio y nos afligirás sin medida?” (Isaías 63:15–64:12)

  • [Noten la relación entre la oración de Isaías y esta oración] “Ustedes, pues, oren de esta manera: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, Santificado sea Tu nombre.‘Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, Así en la tierra como en el cielo.‘Danos hoy el pan nuestro de cada día.‘Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores.‘Y no nos metas en tentación, sino líbranos del mal. Porque Tuyo es el reino y el poder y la gloria para siempre. Amén.’” (Mat. 6:9–13)

“Porque así dice el Señor: “Griten con alegría por Jacob, Y den voces por la primera de las naciones. Proclamen, den alabanza, y digan: ‘Oh Señor, salva a Tu pueblo, Al remanente de Israel.’” (Jer. 31:7)

“Oh Dios, redime a Israel De todas sus angustias.” (Sal. 25:22)

“¡Oh, si de Sion saliera la salvación de Israel! Cuando el Señor restaure a Su pueblo cautivo, Se regocijará Jacob y se alegrará Israel.” (Sal. 14:7)

“Hermanos, el deseo de mi corazón y mi oración a Dios por ellos es para su salvación.” (Rom. 10:1)

2. Oraciones por creyentes judíos y gentiles

“Por esta razón también yo, habiendo oído de la fe en el Señor Jesús que hay entre ustedes, y de su amor por todos los santos, no ceso de dar gracias por ustedes, mencionándolos en mis oraciones, pido que el Dios de nuestro Señor Jesús el Mesías, el Padre de la gloria, les dé espíritu de sabiduría y de revelación en un mejor conocimiento de El. Mi oración es que los ojos de su corazón les sean iluminados, para que sepan cuál es la esperanza de Su llamamiento, cuáles son las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos, y cuál es la extraordinaria grandeza de Su poder para con nosotros los que creemos, conforme a la eficacia de la fuerza de Su poder.” (Efe. 1:15–19)

“Por esta causa, pues, doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesús el Mesías, de quien recibe nombre toda familia en el cielo y en la tierra. Le ruego que El les conceda a ustedes, conforme a las riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos con poder por Su Espíritu en el hombre interior; de manera que el Mesías habite por la fe en sus corazones. También ruego que arraigados y cimentados en amor, ustedes sean capaces de comprender con todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y de conocer el amor del Mesías que sobrepasa el conocimiento, para que sean llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios.” (Efe. 3:14–19)

“Por esta razón, también nosotros, desde el día que lo supimos, no hemos cesado de orar por ustedes, pidiendo que sean llenos del conocimiento de Su voluntad en toda sabiduría y comprensión espiritual, para que anden como es digno del Señor, haciendo en todo, lo que le agrada, dando fruto en toda buena obra y creciendo en el conocimiento de Dios. Rogamos que ustedes sean fortalecidos con todo poder según la potencia de Su gloria, para obtener toda perseverancia y paciencia, con gozo dando gracias al Padre que nos ha capacitado para compartir la herencia de los santos en la Luz.” (Col. 1:9–12)

“Y que el Dios de la perseverancia y del consuelo les conceda tener el mismo sentir los unos para con los otros [judíos y gentiles] conforme al Mesías Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquen al Dios y Padre de nuestro Señor Jesús el Mesías. […] Y el Dios de la esperanza los llene de todo gozo y paz en el creer, para que abunden en esperanza por el poder del Espíritu Santo.” (Rom. 15:5–6, 13)

“Que el Señor dirija sus corazones hacia el amor de Dios y hacia la perseverancia del Mesías.” (2 Tes. 3:5)

3. Oraciones por el avance del evangelio en Israel y los países vecinos

“Al oír ellos esto, unánimes alzaron la voz a Dios y dijeron: “Oh, Señor, Tú eres el que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay, el que por el Espíritu Santo, por boca de nuestro padre David, Tu siervo, dijiste: ‘¿Por que se enfurecieron los gentiles, y los pueblos tramaron cosas vanas? Se presentaron los reyes de la tierra, y los gobernantes se juntaron a una contra el Señor y contra Su Mesías.’ [Orando el Salmo 2] “Porque en verdad, en esta ciudad se unieron tanto Herodes como Poncio Pilato, junto con los Gentiles y los pueblos de Israel, contra Tu santo Siervo Jesús, a quien Tú ungiste, para hacer cuanto Tu mano y Tu propósito habían predestinado que sucediera. “Ahora, Señor, considera sus amenazas, y permite que Tus siervos hablen Tu palabra con toda confianza, mientras extiendes Tu mano para que se hagan curaciones, señales y prodigios mediante el nombre de Tu santo Siervo Jesús.” (Hch. 4:24–30)

“Finalmente, hermanos, oren por nosotros, para que la palabra del Señor se extienda rápidamente y sea glorificada, así como sucedió también con ustedes. Oren también para que seamos librados de hombres perversos y malos, porque no todos tienen fe.” (2 Tes. 3:1–2)

Para más información pueden ver los siguientes artículos: “Las buenas nuevas en el Antiguo y el Nuevo Testamento”, y “La Encarnación como una intensificación del pacto”.

Henry Bruno

Henry Bruno

Coordinador y maestro

Henry es un discípulo de Jesús, esposo de Aneliz y padre de cuatro hermosas hijas. Su pasión es hacer discípulos que estén firmes en el evangelio, dando testimonio de la verdad y preparados para recibir a Jesús de los cielos al perseverar en fe, esperanza y amor hasta el fin del siglo. Actualmente se encuentra en el Medio Oriente donde sirve al Señor junto a su familia. Pueden contactarlo a [email protected].