¿Que hay en un nombre?
Pero tampoco tenga ninguno vergüenza si sufre por ser cristiano. Al contrario, glorifique a Dios por llevar ese nombre. (1 Ped. 4:16)
La historia de la iglesia está saturada de nombres: Benedictinos, franciscanos, jesuítas, luteranos, presbiterianos, metodistas, pentecostales, etc, etc, etc. ¿Pero que hay en un nombre? ¿Por qué etiquetamos a grupos de gente (o nos etiquetamos a nosotros mismos)? ¿Por qué nos auto-denominamos «jucumeros» o decimos que somos «parte de las Iglesias de la Viña»? ¿Cuál es el propósito y la meta de semejante lenguaje?
Identidad.
El propósito de un nombre es describir la identidad de algo o alguien. Es usado para crear y definir significado, propósito y función, de lo cual en última instancia derivamos nuestra relevancia. Yo creo que la razón por la cual la iglesia ha creado tantas sectas a lo largo de los siglos ha sido a causa de tener una identidad en Cristo distorsionada. En lugar de identificarnos simplemente como «cristianos», buscamos identificarnos con las creencias, el carácter, carisma y celo de los hombres aparte del único Hombre que merece toda lealtad, honor y gloria.
Hay otros nombres que son utilizados en las Escrituras para identificar a los creyentes: «hijos del reino» (Mt. 13:38), «hijos de la resurrección» (Lc. 20:36), «hijos de la luz/día» (1 Tes. 5:5; Jn. 12:36), «el cuerpo de Cristo» (1 Cor. 12:27; Ef. 4:12), «la familia de Dios» (1 Ped. 4:17), etc. Estas no son descripciones teológicas arbitrarias. Más bien están diseñadas para comunicarles significado, identidad y propósito a los creyentes a la luz de su destino. Esto a causa de que es nuestro destino lo que en última instancia informa nuestra identidad y es nuestra identidad la que nos da un sentido de importancia.
El regreso de Jesús, la resurrección de los muertos y la esperanza de nuevos cielos y una nueva tierra es lo que realmente define quienes somos como creyentes. Es el Día del Señor lo que le da verdadero significado y propósito a nuestras vidas. Es nuestra herencia la que nos dice lo que realmente significa ser un «hijo de Dios» (Rom. 8:15-17). Por lo tanto, es nuestro destino lo que nos da relevancia, no los nombres ni las estructuras artificiales de los hombres, ni tampoco las imágenes de sí mismos que estos presentan en los medios de comunicación. Todo eso está destinado a ser consumido por el fuego.
No soy un metodista, ni tampoco un bautista. Soy un cristiano. No se trata de ser «no-denominacional». Se trata de identidad, y Jesús es celoso por el corazón de Su pueblo, de que sea suyo y no de ninguno otro.

John Harrigan
Autor
John es un plantador de iglesias y misiólogo que vive en Columbia, SC con su esposa Lydia y sus cuatro hijos. El viaja y enseña acerca de la Cruz, la gran comisión y el regreso de Jesús. Su sitio web es gospelofchristcrucified.com.